Monólogo
de Hamlet
Por
William
Shakespeare
Traducido
por
Aída
Fernanda Alzate Cano
Ser o no ser , ese es el
interrogante.
Sin saber si es noble para el
alma soportar
los ataques y flechas de una
terrible fortuna.
O irse a las armas y así
enfrentar un mar de problemas,
Y al oponérseles ¿Acabarlos?
Morir, dormir; nada más.
Y al dormir quizás acabemos
con el dolor y los miles de shocks naturales que la carne hereda. Esta es la
consumación que todos, devotamente, deseamos.
Morir, Dormir.
Y al dormir, tal vez soñar.
Ay, ese es el real dilema.
¿Porque en ese sueño de
muerte qué sueños podrán llegar?.
Cuando hayamos muerto
debemos tener una pausa;
Esa es la calamidad que hace
respetable una vida tan larga.
Pues, ¿Quién está dispuesto
a cargar con la inetavilidad del tiempo:
El opresor equivocado, el
orgulloso insultado, el dolor de un amor frustrado,
La ley injusta, la
insolencia del deber ser,
Y el paciente, pero inútil,
mérito de aquel que espera su muerte en su desnudo cuerpo?
¿Quién querrá cargar con
todo el sudor y el ruido de una vida sin sentido?
Esta es la ansiedad que trae
pensar en aquello que puede existir después de la muerte;
Lugar no descubierto aún,
del cual, ningún viajero ha vuelto.
Este es el dilema de la
voluntad.
¿Esto nos hace preferir los
padecimientos propios antes que volar hacia otros que no nos pertenecen?
Pero la conciencia nos
vuelve a todos cobardes. Esta es la sombra primigenia de la decisión
Que se encuentra imbuída por la palidez que
nos dan los pensamientos.
Codiciamos la gran esencia y
el gran momento en que todo tome un camino distinto al esperado, y así, olvidar
el nombre de la acción (muerte).
Ahora calma.
Hada Ofelia, Ninfa en tu
horizonte.
Que todos mis pecados sean
recordados.
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