La desaparición de un desaparecido- Un voto por la Paz
En este espacio
que habitamos, en el que se intenta residir, y que se le reconoce por el nombre
de Colombia, ocurren muchos, tal vez demasiados, fenómenos fuera de lo común
pero, al fin y al cabo, comunes. Uno de estos fenómenos es el que me invita a
hacer la presente reflexión, dicha reflexión, no pretende abarcar todas las
situaciones, razones, y porqués, busca más bien, tener voz en el ruido eterno
del silencio en nuestro país.
El fenómeno debe
ser nombrado, pero, ¿Cómo nombrarlo si parece que no existiera? ¿Podría, en
realidad, considerársele como tal? Claro que desde un punto de vista menos
filosófico un fenómeno es aquello que sucede por o en sujetos (o que sucede en
la realidad circundante y natural), y para este particular, aún existimos
varios sujetos que sentimos que algo nos sucedió, algo que se llevó ilusiones
pero trajo esperanza (ese es el problema de la esperanza es en nulidad… el señor Spinoza nos diría que nos ata y nos
encadena), en fin, dado que el pasado se diluye y sólo nos quedan nuestras
sensaciones de la existencia (memoria, recuerdo, historia) es, más bien,
complicado unir la realidad propia con la realidad colectiva, pero aún más
difícil, es unirla con la realidad discursiva, que sin lugar a dudas, cumple
con un rol determinante en la vida de todos (en plural y universal, sin
consideración de género, raza, o creencia religiosa).
Entonces en
muchas ocasiones es como si hubiéramos caído por el agujero de conejo (el
agujero de Alicia y de Carroll) donde se puede ser algo y no serlo a en el
mismo instante (grande, pequeño, mediano, simple, de ideología I o D) y que nos
lleva a la pregunta ¿Cómo se yo que sigo
siendo yo? ¿Qué se siente ser yo? ¿Cómo yo se que soy yo, y que no me trasmuté
en otra (otras, otro, otro, ostras)?.
Y todas estas
preguntas son válidas acá, en este espacio inmaterial, ya que, parece de conocimiento
general que en Colombia afrontamos desde hace más de 50 años un conflicto
armado interno, que en palabras comunes se traduce en guerra; también parece
bien aceptado que ha habido, hay, y habrá ¿?, víctimas como en cualquier
disgusto entre personas “civilizadas”, que han creado los derechos humanos
universales, y que, además, han alcanzado su mayoría de edad[1];
además aceptamos como régimen político a la democracias; pero todo es tan
ambiguo que es muy difícil comprender la realidad del discurso con las
realidades que nos acaecen, las que se permiten acaecer, y las que simplemente,
son. Caemos por el agujero del conejo sin proponérnoslo, en instantes somos
conscientes del agujero, en espacios nos sentimos en el hueco, pero no hayamos
a las Reina Roja que domina al agujero.
Entonces este
universo de posibilidades infinitas nos ha mostrado al egoísmo como un camino
que abre las puertas a una vida apacible y cómoda. Aquello que no se
experimenta (vivir, oler, escuchar, ver,…) parece poderse omitir del día a día,
y de día en día esta construida la vida entera. Se omite aquello de lo que no se
tiene constancia y se ignora aquello que es preferible ignorar, y así, vamos
por la existencia suponiendo muchas existencias y omitiendo muchas otras.
El conflicto, las
balas, el miedo, el terror, la desaparición son algo lejano e intangible como
Dios. Pero ¿A quién culpar? Cuando los sucesos no están frescos, cuando la
memoria intenta sanar, cuando las heridas se tapan y cuando la razón razona
sólo cosas útiles, lo demás, aparece como una pesadilla que es mejor dejarle a
aquellos que les toque soñarla.
En cambio cuando
se ha experimentado, cuando los fenómenos han ocurrido sobre nuestro cuerpo,
cuando nuestras almas se ven comprometidas, es difícil omitir, aunque omitamos
partes, se vuelve intolerable ver como la propia existencia intenta encontrar
su espacio de comodidad, intentamos asir aquello que nos duele para evitar más
dolor. En mi experiencia personal[2]
esto es algo que con o sin mucha consciencia he hecho: Hubo un lugar en el espacio, durante un tiempo no
tan determinado, en el cuál, los horrores de una noche plagada de balas eran
mis noches (nuestras noches), sólo para en la mañana encontrar sus restos ya
inmutables en los cuerpos inertes de muchos sueños que, simplemente, no se
dejaron ser. Días enteros con el pensamiento fijo en la noche y sus basiliscos;
basiliscos bien conocidos y reconocidos; monstros gigantes en poder y en
fuerza… con la humidad pequeña y escondida. Pero cuando la calma volvió de
manera volátil toda la energía humana de la zona hizo todo lo posible por sanar
y seguir, pero ¿Seguir hacia dónde? –Donde sea… Y el camino continuó con su
rumbo, hasta el momento inalterado… Pero yo, como sujeto, se puede decir que
huí, huí a cientos de kilómetros, pero, la lucha entre lo ya no presente y el
presente nunca cesa.
Pero la intención
de mi reflexión en estas páginas no era la de filosofar sobre la guerra, sino
la de, preguntarme: ¿Con el estado de ser anterior es posible no desaparecer a
los desaparecidos? Y la pregunta no es retórica porque aquél que es
desaparecido está condenado a desparecer dos veces, y la segunda, es tal vez la
más dolorosa. Se diluyen con el pasado, el tiempo no se puede atar, y los seres
humanos transformamos nuestros espacios, entonces, aquel que fue diluido existe
en las ideas del recuerdo y en la memoria, pero, no todos lo logran, al igual,
que en el desarrollo de la humanidad, no todo es aprehendido a la existencia
siguiente. El espacio y el tiempo continúan su devenir…
Entonces el
dilema cuando se dialoga para ser, realmente, seres “civilizados” es ese de
reconocer que muchos más de los que se está dispuesto a aceptar han sufrido,
han desaparecido; porque es mi parecer que víctimas hay en muchos grados pero
todos somos hijos de esta tierra. Cuando
un diálogo comienza se tienen claras las metas o al menos el problema que se
desea solucionar, pero no es tan claro, que también se busca sanar las heridas
pequeñas, las heridas colaterales y las raspaduras; porque al igual que aquello
que es macro (la economía, el trabajo, el régimen político) y necesario para un
país, lo pequeño hace el bienestar colectivo(el poder perdonar, el poder no
odiar), construye resultados duraderos y reales para una mayoría mayor en número
y en sentir.
Los desaparecidos
desaparecen dos veces y evitar esto, creo yo, es el deseo de aquellos afectados
de manera más directa, porque, la verdad se construye y el pasado se diluye,
sólo nos queda la memoria propia y colectiva de aquello que hemos vivido.
Para que Normán
Alzate Cano no sea un desaparecido dos veces, para que aquellos desaparecidos
de los que no tengo conciencia no desaparezcan dos veces, es por eso esta
reflexión.
Aída Fernanda Alzate Cano
Junio 26 de 2013
Bogotá, Colombia.
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