Palma de Chontaduro

Palma de Chontaduro

Mito Fundacional Carare

Narración: Aída Fernanda Alzate Cano 

Inspirado en la Narración de la Laguna de Tota en Ceremonia de Plantas Sagradas: Yagé, Mambe y Ámbil.

 

 

“El firme timbre de las frases repercute el paso vibrante de las imágenes que se liberan en las aguas” (Antonio Ramos Rosas, De Clareiras, 1986)

 

La Palma de Chontaduro

 

Hace un tiempo en un lugar donde la brisa es fresca y fuerte se encontraban una Abuela y su Nieto bajo una Palma de Chontaduro. La Abuela le contaba al pequeño historias increíbles y coloridas sobre la Tierra, el Fuego, el Agua y el Aire; el nieto con sus pequeños ojos llenos de ilusión imaginaba esas Tierras con sonidos impensables, Tierras sin principio ni fin, lugares llenos de canciones y plantas. 

En un instante el niño se quedó perplejo, pues, un pensamiento se posó en su mente: “Si mi Abuela todo lo sabe, ¿Cómo es que otros saben tanto como ella, pero, sus Tierras no huelen igual ni cantan igual, por qué ellos no nacieron del Chontaduro?” … La Abuela adivinó los pensamientos de su joven acompañante y le dijo: “Mi niño querido cuando la Tierra aún no era voz, cuando todos nadábamos en el vientre del Todo- y todos éramos uno: una respiración, un ser-, la voz creativa del Todo- que es Madre y es Padre- comenzó a cantar, y nos cantó a nosotros y a los demás seres y nos sopló por todo su cuerpo para que lo habitáramos, entonces, lo recorrimos, nos hicimos aliento, parte y reflejo…”

La Abuela suspiró, miró los rayos de sol que se colaban entre las ramas de la Palma y continuó: “En un instante llegamos- luego de recorrer muchas partes- a esta Tierra, y ella al ser también soplo de la esencia, nos abrazó y nos permitió nacer a través de ella, convertirnos en cuerpo de Madre y Padre… y así nacimos: Rojos, Azules, Verdes, Amarillos, …, unos a través del Chontaduro como nosotros, otros a través de la Serpiente, y otros de la Caoba, el Rayo, el Viento, la Coca, el Tabaco, la Piedra, del Maíz, el Colibrí, del Jaguar, o del Delfín, …, y así comenzamos a caminar la Tierra, a recorrer sus árboles, a alimentarnos de los frutos y los animales, aprendimos a cantar el canto primero de Madre y Padre, aprendimos a ser Tierra y  Espíritu…”

El Sol se había movido un poco, y ahora sus rayos, hacían una bonita danza junto al viento y las hojas. Los dos compañeros de historias se quedaron un momento en silencio. Este silencio les permitió oír el canto de las aves y el murmurar del río cercano, y ahí mientras eran río y ave, cayó un chontaduro a sus pies, el pequeño lo miró con curiosidad- como si hubiese sido acabado de crear- y dijo: “Abuelita, ¿Por qué ya no nacemos de la Palma de Chontaduro?” y ella con una sonrisa- esa sonrisa que solo tienen aquellos que han vivido por largo tiempo- lo miró y se recordó a sí misma en esa edad: recordó a su Abuela, a su Madre, a su Padre, a la Palma de Chontaduro junto a su casa, a los animales que eran compañía y a las estrellas de las cuales su Padre cada noche el enseñaba una historia, a los cuentos de los Taitas y las Indias Mayores, sintió por un momento todo este pasado que era presente, y pudo sentir a Todo, a su Madre y Padre celestial, y contestó al niño: “Ya no nacemos de la Palma porque ya ella nos parió en el principio cuando no éramos sino espíritu y ahora nosotros nos parimos desde el mismo lugar donde ese primer alumbramiento tuvo lugar, y así, el Viento, la Coca, el Tabaco, el Maíz, el Colibrí, el Jaguar, la Serpiente y el Delfín dejaron de parirnos porque ya habíamos aprendido; ahora ellos son canal de ellos mismos, y nosotros, somos canal de nosotros mismos.”

“Como ves todos somos voz de Madre y Padre, todos somos una canción celestial y cada uno tiene una lengua para cantar, por eso, las historias no son iguales, porque en su poder creativo infinito la magia celestial nos dio la oportunidad de degustar todas sus cualidades y posibilidades; y nos abrazamos unos a otros porque todos somos música de la misma canción…”

Ya la tarde caía y Abuela y Nieto se levantaron para regresar a casa para recibir la luna y la oscuridad. Se podía sentir como cada uno de esos dos corazones cantaba en ese momento una canción: ella una canción de esperanza y alegría porque la Palabra de sus Antepasados ahora le pertenecía al Presente, y él porque ahora podía escuchar con atención y aprender la canción del Chontaduro- que llevaba en sus manos-, del Viento, la Planta, el Agua, el Animal y la Flor, y tal vez, si aguzaba mucho el oído volvería a nacer del Chontaduro.

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