A Norman Alzate Cano

Caminabas  por esta vida con botas de colores, con semillas silvestres, con árboles de libertad…

…Caminabas y caminabas…

Bajo las estrellas soñabas raíces y ante el sol descubrías la savia que entraña la tierra. Caminamos por espacios sensibles, aún eternos, que nos contenían por completo… Habitaciones, en forma de caleidoscopio, que entre luz y espejos reflejaban la existencia en todos sus claroscuros.
Altos, bajos, medios… El devenir se presentó en muchos momentos incomprensible, con una carga de pesadumbre, con una carga de amor; en lo quijotesco de las empresas nos soñábamos, con ladrillos hechos de naturaleza se re-construían espacios pasados que se llevan en las sangre; y los espacios de tu presente tendían hacia el re-descubrir las posibilidades para ser mundo y ser reales… Hilos de fique que tejieron fuerte y hondamente cada centímetro de vida.
Llegó un día… Llegó un día y ya no habitamos los mismos espacios… De golpe, sin aviso previo los hilos de esta materialidad tangible se cortaron entre tú y nosotros –únicos hilos que  se pueden cortar, ya que, no existen tijeras para cortar los hilos del alma- así el vacío comenzó a ser habitación.
Las acciones te buscaban, clamaban por un contacto… En sueños nos visitábamos, por las calles creímos vernos, en las ramas de los árbol escuchamos tus suspiros. Muchos espacios, demasiados espacios, donde nuestras presencias se tocaban en el recuerdo y en la poética de lo imaginado; el tacto negado, por circunstancias que no nos pertenecían y ahora nos contienen, fue grito, llanto, dolor, aceptación, calma… en un eterno retorno… Presentes que son pasado… Pasado ya diluido en el espacio más profundo del tiempo.
Ahora el último contacto en esta realidad pareciera cercano… Un contacto agridulce… Lleno de palabras con esencia fatídica, con finales que no se sabían final… Y así en la reunión de todas las fuerzas el presente nos llega, nos abraza, y nos recuerda: “Hoy es precisamente el día del juicio final”-palabras de Walter Benjamin- y cada presente es el fin de su pasado más inmediato, es juicio de las sensaciones que nos habitaron hace tres segundos o tres millones de años.
Es en este presente donde esa última huella de tu cuerpo puede ser abrazada- el abrazo eterno nunca dejará de ser- tocada, vista, entonces, este tacto es la corroboración científica de eso que es realidad para nuestros espacios interiores hace mucho.
La muerte y sus rituales son los actos que nos dejan sentir nuestras fibras más humanas, así pues, no poderse despedir del cuerpo es análogo a no poder decirle adiós al alma; y es aquí donde hallar la huella es encontrar la paz.
Todo lo que nos fue arrebatado- a ti y a nosotros- todo está compuesto por polvo de estrellas, y ahora, tú te confundes con ellas y brillas en nuestros cielos… Hoy el presente eres tú y nosotros por siempre...Hoy no se nos escapa ese último contacto físico, esa confirmación  de que ahora eres sol, luna, aire, fuego, …,cada planta a la que diste suelo, cada gota de agua que te tocó… Somos tus semillas y tus huellas, somos tú en cada respiración y en cada sueño que habita en nuestros espíritus.

 Huellas de carbono que son el eslabón faltante de nuestras lágrimas y nuestros sueños… Huellas de carbono que una vez rieron y nos abrazaron, huellas que nos amaron profundamente y arrancaron los más terribles gritos de nuestro ser.





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