Hoy quisiera escribir sin saber a quien van a llegar estas palabras; y a través de ellas poder comprender ese algo que no tiene principio ni fin consciente, entonces, serían las palabras una nueva forma de vela, una vela sin forma, sin océano, sin barco, tal vez, una vela sin luz y sin aire.... Muchas horas han pasado, muchos espacios habitados, demasiadas sensaciones juntas, y aún, me sorprenden viejos miedos... Quisiera tener la suficiente cantidad de pragmatismo para existir, pero, cada vez que se me escabullen las razones (que no son solo racionales o en forma de pensamiento) se me escabulle la vida misma; como en el poema de Alfonsina quisiera que la vida se desenvolviera frente a mi sin turbarme, sin ser parte mía, entonces, aparecen los lazos y se vuelve imposible abstraerse de aquello que se presenta como paradigma.... Ha de llegar un momento donde lo uno o lo otro ya no me importe... Y aquí en este instante presente recuerdo vivir, ¿Cómo?... No es una duda en contra la existencia es, más bien, el primer impulso. Ya no me escondo bajo miles de capas, trato de evitar abismos innecesarios, escojo aquello que pareciera llenar nadas, busco opciones viables en mi realidad exterior, sin embargo, existe un abismo capaz de contener todos mis intentos y reducirlos a posibilidades carentes de esencia (¿Cuál esencia?) y es ahí, en dicho, espacio donde vivo sumergida... Salir o entrar no serían las palabras adecuadas, más bien, son ¿Cómo convertir este abismo, desde su fondo, en base profunda de mi existencia?... Si solo al vacío cibernético llegan estas palabras, al menos, se que ya no me pertenecen solo a mi.  
La Espiral
La Espiral “También eso puede darse. Nos convertimos en lo que matamos, Légele. Tú no lo piensas pero venimos de lejos” (Cesare Pavese, Diálogos con Leucó, “El Toro”) Era de mañana. Todo aún dormía y ella, en su confortable cama, pensaba en todas las posibilidades que se le presentaban. Hacía unos días había conocido al Toro y todo había cambiado en sus perspectivas; entre largas caminatas y diálogos sobre lo universal las horas habían pasado como en un sueño: suaves, livianas, rápidas. Ya no creía que fuera necesario ganar pesadez, ni que, la levedad fuera aquello que nos hacía la existencia inabarcable, sentía un nuevo brío que se colaba desde sus primeros Chakras hasta el cosmos que la contenía, una pequeña luz naranja le recorría toda su espina dorsal y ya no era tiempo para llorar. Demasiados espacios habían transcurrido junto al llanto y el dolor. Por fin había llegado al final de ese largo camino. Con el Toro todo era nuevo y fresco, como un fauno se deslizaba entre las hojas, l...
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